martes, 2 de diciembre de 2014

¡¡El rosa no existe!!

El rosa no existe. Parece una afirmación atrevida, y hasta cierto punto lo es, pero es así, en realidad no existe.

Cuando vemos un objeto y decimos que es de un cierto color, lo que estamos viendo realmente es la luz que refleja ese objeto. Un objeto iluminado con una luz blanca, realmente está iluminado por un gran número de colores, de hecho estará iluminado por todo el espectro visible (teóricamente), ya que la luz blanca es eso,  la luz de todos los colores mezclada. Cuando esa luz llega al objeto, parte de la luz es absorbida por el propio objeto y parte reflejada. Esa luz reflejada es la que vemos, y la que nos hace ver los objetos de un cierto color.

Ejemplo de reflexión de la luz en un objeto
Ejemplo de reflexión de la luz en un objeto.

Generalmente esa luz reflejada corresponde con una longitud de onda o con una pequeña parte de todo el espectro visible, pero con el rosa es distinto. Con el rosa lo que realmente vemos es dos partes muy alejadas de ese espectro. Vemos una parte del rojo y otra del violeta, es decir, vemos cada uno de los extremos del espectro visible. Esto es posible gracias a la capacidad que tiene el ojo para detectar varias longitudes de onda a la vez, y a la del cerebro que es capaz de fusionar  esa información en una sola.
Espectro electromagnético visible.
Espectro electromagnético visible.

Todo el proceso comienza en la retina, que es donde va a parar la luz que entra por nuestro ojo. En la retina existen dos tipos de células fotosensibles que convierten la luz en impulsos nerviosos, los llamados bastones y conos. Los bastones se activan en condiciones de poca luminosidad (lugares oscuros) y los conos en condiciones de luminosidad normal o alta. A su vez los conos se dividen en tres tipos, los que detectan el color rojo, los que detectan el color verde y los que detectan el color azul. Por lo tanto cada uno es sensible a una parte del espectro, es decir hacen un filtrado de la luz que nos llega. La respuesta de estas células depende de la cercanía de la luz al color que filtran, e decir si llega al ojo una luz entre el verde y el azul, pero que se acerca más al verde, se activarán las células del verde y del azul, pero las del verde con más intensidad. 


Gráfico de respuesta de las células fotorreceptoras
Gráfico de respuesta de las células fotosensibles.

Después de este filtrado, la información de los tres colores se manda al cerebro, donde se fusiona en una sola respuesta. Por ejemplo, cuando el cerebro recibe una mezcla de verde y rojo, como resultado vemos el color amarillo, es decir busca un color "intermedio", o lo que es lo mismo, el cerebro interpola la respuesta de las células para dar un nuevo color.

Cuando el cerebro recibe una mezcla de violeta y rojo, fusiona esa información y busca un color "intermedio" igual que hace con otros colores. El problema es que el color intermedio en el espectro es el verde, que no sería una respuesta válida porque no sería fiel ya que veríamos igual dos cosas totalmente distintas y porque se encuentra muy alejado de los colores originales. Para arreglar este problema, el cerebro interpreta el espectro como algo circular en vez de lineal, y se inventa el color rosa como unión del rojo y el violeta.


Dibujo de la interpretación del cerebro del espectro
Dibujo de la interpretación del cerebro del espectro.

Por lo tanto el rosa no existe, es un color inventado por el cerebro para sustentar su interpretación del espectro, que utiliza para no mezclar colores. No existe en la realidad, o mejor dicho, no tiene un fenómeno físico que lo sostenga ya que simplemente no tiene una longitud de onda asociada.

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